Afectada por una terrible sequía
indefensa se encontraba una isla hermosa,
las nubes con sus vientres llenos de agua
se habían marchado hacia lejanas costas.

El caudal de los ríos ya menguaba
debido a que la lluvia no caía,
la tierra con su cara muy cuarteada
prontamente su fertilidad perdía.

Lloraban las palmeras desoladas
ante el triste paisaje que veían,
las cañas bien resecas protestaban,
producir su dulce jugo no podían.

Las flores se veían ya marchitas,
secos pétalos al suelo se caían,
no pudiendo libar de ellas su néctar,
mariposas y abejas perecían.

Los pájaros perdiendo su entusiasmo
en el silencio sus trinos escondían,
al igual que los otros animales
la falta de agua acababa con sus vidas.

Se extendía el fuego por los campos,
con gran facilidad ellos ardían,
contribuyendo al dantesco espectáculo
colofón de prolongada sequía.

Expuesta a tan tamaña inclemencia
flora y fauna poco a poco se extinguía,
comparable esta sequía al cruel sistema
que inmisericorde hoy destruye nuestra isla.

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Publicado en el Libro: Poemas II
Autor: Cástulo Gregorisch